El líder del mayor grupo paramilitar del estado brasileño de Río de Janeiro, Luis Antonio da Silva Braga, conocido como "Zinho" y prófugo desde hace cinco años, se entregó a la Policía tras negociaciones con sus defensores.
Definido como "enemigo número 1 de Río de Janeiro" por el gobierno estadual, "Zinho" estaba prófugo desde 2018 y acumulaba más de una docena de órdenes de detención por actividades criminales, según un comunicado divulgado anoche por las autoridades.
Zinho "se presentó" en la Superintendencia Regional de la Policía Federal (PF) en Río y fue entonces detenido para posteriormente ser "encaminado al sistema penitenciario del estado, donde permanecerá a disposición de la Justicia", indicó la fuerza en una nota.
El ministro de Justicia y Seguridad, Flávio Dino, celebró este lunes en la red X (antes Twitter) el hecho, que consideró "otro importante resultado del trabajo serio y planeado que es ejecutado en Río de Janeiro y otros estados en el combate a las facciones criminales".
El gobernador de Río, Claudio Castro, destacó la "victoria" enmarcada en el plan de seguridad que apunta a desarmar a los grupos criminales con prisiones y asfixia financiera, informó la agencia de noticias AFP.
Las milicias fueron formadas hace unas cuatro décadas por expolicías, militares retirados, bomberos y guardias de prisiones, entre otros, como grupos de autodefensa comunitarios frente al accionar de las bandas narcotraficantes.
Aunque inicialmente fueron bien vistas por los habitantes, pronto comenzaron a practicar la extorsión a través del cobro por "protección" a empresas y comercios, además de controlar la prestación de algunos servicios básicos a los pobladores de las favelas.
El gobernador de Río, Claudio Castro, destacó la "victoria" enmarcada en el plan de seguridad que apunta a desarmar a los grupos criminales con prisiones y asfixia financiera
En los últimos años incursionaron en el tráfico de drogas, de armas y lavado de dinero, entre otros delitos.
En octubre pasado, la actividad de estos grupos en Río se volvió una cuestión de seguridad nacional a partir de un ataque por parte de milicianos que dejó 35 colectivos y un tren incendiados, tras una operación policial en la que murió uno de sus jefes.
Estos grupos ya habían quedado en el centro de la escena a inicios de ese mes por el asesinato de tres médicos baleados en Barra da Tijuca, al oeste de Río, porque supuestamente uno de ellos fue confundido con un líder miliciano al que grupos rivales habían jurado dar muerte.