Enero entró en su semana final y la rosca política electoral empezó a tomar temperatura. Aunque Alberto Fernández haga esfuerzos por poner la gestión por encima de los movimientos internos que genera la etapa previa a las elecciones, en el peronismo hay un único tema: quién será el candidato a presidente este año.
Los nombres que están sobre la mesa son los mismos que asomaron en el 2022. Lo que cambia continuamente son las adhesiones y las proyecciones sobre la viabilidad de esas candidaturas. El contexto económico y político modifica las precandidaturas. ¿El motivo? Ninguno de los nombres propios más conocidos logra cautivar a la mayoría.
Si en el peronismo se hiciese una encuesta para ver quién debe ser candidato a presidente, el ganador sería, sin lugar a dudas, el ministro de Economía, Sergio Massa. Es el dirigente que cuenta con más adhesiones, aunque él prefiera mantener el perfil bajo, abrazarse a la gestión y dejar trascender por algunas arterias del Gobierno que esta que se aproxima no es la elección que piensa jugar.
Esa mayoría indiscutida puede simbolizarse en la definición de un ex funcionario del kirchnerismo que conoce bien los pasillos del poder. “Si a Sergio le va razonablemente bien, él va a esperar a que todos le pidamos que sea candidato. Desde Cristina hasta el último de los militantes del peronismo”, sintetizo en una frase.
La candidatura de Massa está atada al resultado de su plan económico. Principalmente a la baja de la inflación en forma progresiva. Es el único parámetro real que le interesa a la gente y que puede marcar la decisión de los ciudadanos en el momento de emitir el voto.
En las oficinas peronistas repiten que el ministro es la única figura del Gobierno que puede alinear al Frente de Todos con una candidatura. ¿Y si Massa no quiere jugar esta elección? ¿Si piensa que puede perder por los tres años de gestión que carga en la mochila? Si el tigrense no quiere ser, por el motivo que fuera, el peronismo puede ejercer presión para que sea. ¿Por qué? Porque, según entienden muchos, no hay nadie mejor que él.
Te puede interesar: Alberto Fernández no tiene diálogo con “Wado” de Pedro y agrava sus diferencias internas con Cristina Kirchner
Sin embargo, el líder del Frente Renovador tiene barreras significativas. Dos que son trascendentes. En todas las encuestas tiene una imagen negativa muy alta y ser ministro de Economía en Argentina no es, justamente, el mejor resorte para ser candidato a presidente. Mucho menos si la inflación interanual estuvo al límite del 100%.
Esas barreras no se escapan en el análisis interno del oficialismo. “Tal vez no alcance con Massa como candidato. Hay que buscar algo nuevo. Hay que salir del círculo de nombres que la gente conoce hace tiempo”, reflexionó un senador nacional del una provincia importante, en términos electorales, del interior del país.
El peronismo del interior anhela que haya un gobernador que salte a la cancha. Hay uno con chapa de gobernador, aunque no lo sea actualmente, que ya tiene decidido hacerlo. Juan Manzur competirá en las elecciones tucumanas como candidato a vicegobernador de Osvaldo Jaldo, pero también quiere competir por la Presidencia en el caso de que haya unas PASO en el Frente de Todos.
Al igual que Daniel Scioli, solo competiría si Alberto Fernández no es candidato. El jefe de Gabinete cree en las PASO y se imagina compitiendo en ese esquema. En abril empezará la campaña en Tucumán y su futuro dentro de la Casa Rosada aún es una incógnita. Fernández le pidió que se quede y quizás ni siquiera se tome licencia. Una opción es que haga campaña los fines de semana para evitar abandonar el Gabinete.
Pese a sus ganas de ser, Manzur tampoco cautiva demasiado al peronismo. Claro está que sería un candidato apoyado por los gobernadores, pero en el oficialismo esperan que otro nombre se imponga. Que no haya estado involucrado en la gestión nacional y que no tenga la letra K tatuada, como sucede con el gobernador de Chaco, Jorge “Coqui” Capitanich, ex jefe de Gabinete del gobierno de Cristina Kirchner.
Algunos dirigentes también especulan con la candidatura de Juan Schiaretti y la posibilidad de que una parte del peronismo se encolumne detrás de su proyecto político. En gran medida lo hacen porque no saben qué hará Cristina Kirchner y su fuerza política. Qué jugada electoral tiene entre manos la Vicepresidenta.
Apoyar al gobernador de Córdoba significaría competir en contra del kirchnerismo y que el Frente de Todos se parta definitivamente. Parece una utopía ante el pragmatismo ilimitado de los intendentes del conurbano y los gobernadores. Pero lo cierto es que el juego está abierto para todos y puede haber jugadas inesperadas -como la candidatura de Alberto Fernández en el 2019- cuando se aproxime el tiempo de definiciones.
Alberto Fernández quiere buscar la reelección. Tiene en claro que Cristina Kirchner no va a competir y cree que Massa, tal vez, tampoco lo haga. Entonces, se pregunta por qué no podría ser el que represente un nuevo gobierno peronista. Esa decisión exaspera al kirchnerismo, que expuso su malestar la última semana a través del ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, que filtró su fastidio por quedar afuera de una reunión de Alberto Fernández, Lula da Silva y los organismos de Derechos Humanos.
Esa filtración solo deja a la luz la batalla interna del Frente de Todos. Un ministro que deja saber su enojo, la Portavoz que le responde y una ministra que le pide saber si está adentro o afuera del gobierno nacional. Nadie puede tapar el sol con las manos. Nadie puede decir que la situación que atraviesa el Gobierno es normal. Nadie.
El otro dirigente que espera en el banco de suplentes es Daniel Scioli. El embajador en Brasil es otra opción que aparece en las predicciones del peronismo. Muchos dirigentes advierten que tiene un alto grado de conocimiento y que su candidatura podría alinear voluntades. Aún al kirchnerismo. Parece difícil. El sector K más duro no colaboró en la elección del 2015 para que el ex motonauta ganara. Nunca lo sintieron uno de los propios más allá de su lealtad inquebrantable.
El peronismo busca candidato, aunque en público digan que hay tiempo, que aún resta mucho camino por recorrer. El clima electoral atraviesa a todo el Gobierno. Desde Alberto Fernández a Cristina Kirchner. Desde los gobernadores del PJ hasta los intendentes del conurbano. Desde la CGT hasta los movimientos sociales. Falta un nombre fuerte, comprometido y con buenas mediciones que salve las papas en las urnas. Es un problema importante para un oficialismo golpeado y desgastado por las interminables internas palaciegas.