La policía remolcaba este domingo los últimos grandes camiones que permanecían en la capital de Canadá, Ottawa, en calma por primera vez en tres semanas, luego de que el sábado por la noche intervinieran en la mayor ofensiva para poner fin a una larga protesta contra las regulaciones sanitarias por el coronavirus, que congregó a miles y puso en jaque el comercio fronterizo con Estados Unidos.
Durante dos días consecutivos, las tranquilas calles ahora nevadas, que se disponían a limpiar los trabajadores en el centro de Ottawa, fueron escenario de enfrentamientos entre la policía y los manifestantes liderados por camioneros, que fueron desalojados el sábado por completo de las afueras del Parlamento, epicentro de la protesta.
Los últimos manifestantes se quedaron hasta el sàbado por la noche, entonando himnos de protesta de la década de los 80 y lanzando fuegos artificiales frente a una valla de seguridad de cuatro metros de altura que cubría el Congreso, hasta que una fuerte helada cayó en la ciudad.
Este domingo por la mañana, la policía vigilaba varios puntos de control que restringían el acceso a unas 200 hectáreas del centro de Ottawa, mientras un fuerte despliegue de fuerzas de seguridad ocupaba el terreno ganado a los camioneros, según la agencia de noticias AFP.
La policía de Ottawa autorizó la circulación en ese perímetro céntrico de la capital solo para residentes y trabajadores locales.
A media mañana había 191 personas detenidas por violar la disposición y 57 vehículos remolcados fuera de la ciudad, paralizada desde el 29 de enero último por cientos de camiones, camionetas y otros vehículos que se estacionaron allí en rechazo a las medidas sanitarias.
Si bien las disposiciones sanitarias se suavizaron a medida que el número de casos comenzó a descender, los manifestantes prometieron presionar para que se eliminen por completo.
Mientras tanto, el gobierno del primer ministro Justin Trudeau enfrenta una demanda de una asociación de defensa de las libertades civiles y críticas de sus adversarios por la decisión de invocar poderes de emergencia.
El "convoy de la libertad", que inspiró protestas similares en otros países, se inició en enero pasado con una manifestación de camioneros contra el requisito de vacunarse para cruzar la frontera con Estados Unidos, pero sus demandas se extendieron luego al rechazo de todas las medidas sanitarias por la pandemia.
El 7 de este mes, tras una semana de bloqueos de cientos de camioneros en las calles, las autoridades de Ottawa, epicentro de las protestas, declararon el estado de emergencia.
Al día siguiente, los manifestantes bloquearon los pasos fronterizos con Estados Unidos, en especial el puente Ambassador, una ruta comercial clave entre los dos países.
El viernes 11, las autoridades declararon el estado de emergencia en Ontario, la provincia donde se encuentra Ottawa, pero la movilización no remitió.
El lunes pasado, ante la parálisis, Trudeau invocó la Ley de Medidas de Emergencia para poner fin a las manifestaciones y bloqueos, y el congelamiento de las cuentas bancarias de algunos manifestantes.
Un día después, el jefe de Policía de Ottawa, Peter Sloly, renunció ante fuertes críticas por su gestión, y el viernes cientos de policías fueron desplegados en las calles de la capital para desalojar a los manifestantes.
El sábado, en la mayor ofensiva para acabar con la protesta, la policía retomó el control de parte del centro de Ottawa con bastones y "sustancias irritantes", rompiendo ventanas de los camiones, decomisando armas y arrestando a docenas de manifestantes.
Los camioneros se ganaron el apoyo del multimillonario estadounidense Elon Musk, varios legisladores republicanos, así como del expresidente Donald Trump e incluso del exmandatario iraní Mahmud Ahmadineyad.
Sin embargo, las encuestas mostraron que los canadienses, que llegaron a simpatizar en buena medida con el movimiento liderado por camioneros, ahora lo rechazan.