La salud es nuestro bien más preciado. Las personas si se lo proponen pueden ser expertas en su vida y tienen las respuestas a sus inquietudes. Lo que propongo a mis pacientes es que se transformen en los protagonistas de su proceso de salud-enfermedad. En un encuentro con el médico o terapeuta lo que más se valora es sentirse escuchado y comprendido.
Las emociones modifican tu capacidad inmunológica. Emociones como la angustia, el miedo, la desesperanza, la rabia o el resentimiento generan sus consecuencias en la bioquímica del organismo físico, son venenos que deprimen el sistema inmunológico. Siempre puedes mejorar tu salud si gestionas y trabajas tus emociones.
Hay pacientes ordinarios, sumisos a creencias establecidas y pacientes extraordinarios que generan creencias sanadoras.
“Salutogénesis” es un término acuñado por el doctor Aarón Antonovsky (1923-1994) a fines de los años setenta. Este nuevo paradigma, que deriva de salus (del latín, salud) y génesis (del griego, origen), quiere recuperar la visión integral de la persona como ser físico, anímico y espiritual, y el papel activo y responsable de cada uno en su salud y, por consiguiente, en su calidad de vida.
La teoría salutogénica propone un papel activo de cada persona en el cuidado de su salud y en la modificación de conductas hacia estilos de vida saludables.
Antonovsky postula entender la salud como un continuo de salud-enfermedad con dos polos: el bienestar (salud) y el malestar (enfermedad). Según él, no es posible alcanzar ninguno de los polos extremos. Él cree que el ser humano se comporta como cualquier sistema dinámico siendo el equilibrio (salud) y el desequilibrio (enfermedad/sufrimiento). Esto significa que la salud debe ser constantemente recreada y que, al mismo tiempo, la pérdida de la salud es un proceso natural y omnipresente, ya que el caos y el estrés forman parte de las condiciones naturales de la vida.
El foco principal de la salutogénesis, tal como el propio término indica, es generar salud, pero cada persona la suya propia: cada uno tiene la capacidad de reconocer y utilizar sus recursos para mejorar su salud y calidad de vida. En este escenario, el reto de los profesionales de la salud pasa por ofrecer los instrumentos y contextos necesarios.
Sin desconocer que tenemos un código genético y otros condicionantes como la alimentación en los primeros años de la infancia, cuando somos adultos vivimos en el mundo que somos capaces de crear con nuestros pensamientos. En ese sentido es importante valorar la disciplina que disponemos en nuestro mundo emocional y mental para crear circuitos neuronales que nos protejan del estrés, uno de los riesgos más importantes de nuestros días en términos de salud integral.
El Dr. John Sarno, médico estadounidense, autor del libro “Libérese de su dolor de espalda”, propone que gran parte de nuestras dolencias físicas se generan a partir de nuestra incapacidad para “hablar de las cosas que no nos gustan”. (origen psicoemocional de nuestros males).
Por creencias muy arraigadas de no confrontar, y una falta de educación emocional para “hablar de lo que sentimos” habitualmente lo que hacemos es callar y “tragar” lo que sentimos (basura emocional), generando una tensión interna que va creciendo hasta que algún disparador desborda esa situación y “explotamos” (literalmente) expresando o somatizando lo que no podemos expresar de otra forma.
Cuando nos sucede algo que no es de nuestro agrado podemos accionar de tres maneras: indiferencia, confrontación o comunicación asertiva.
Indiferencia: adoptamos una escucha cerrada y escapamos de la situación para evitar enfrentarla.
Confrontación: es frecuente que discutamos, polemicemos o busquemos una fundamentación para tener una explicación del porqué no nos gusta algo, generando un desgaste de la relación.
Asertividad: es la comunicación emocionalmente madura donde somos capaces de enfrentar una situación desagradable, escuchando al otro con una escucha activa y expresar nuestra postura con una emocionalidad acorde al objetivo de mantener una actitud saludable.
La asertividad es la capacidad de expresar nuestros deseos y pensamientos de una manera amable, franca, abierta, calmada, logrando decir lo que queremos respetando las opiniones de los demás.