Estados Unidos será el otro gran escenario en donde se aplicará el producto de dos de las empresas del rubro más poderosas del mundo. Ahora bien, ¿por qué Argentina? Las compañías no escogen los territorios en los que prueban sus tecnologías por mero azar ni mucho menos. El país fue seleccionado porque su tradición de investigación clínica en virus respiratorios es respetada internacionalmente y porque su capacidad operativa está bien asentada. Y, un aspecto más, nada desdeñable, según los registros de los últimos días, la circulación viral es muy alta.
En una primera etapa, la vacuna pasó con éxito el examen de seguridad y toxicidad en Alemania y Estados Unidos, con lo cual recibió la aprobación de la FDA (Food and Drugs Administration, institución equivalente a la Anmat pero en Estados Unidos) para avanzar hacia las siguientes fases. Fue suministrada a 45 adultos (entre 18 y 55 años) que recibieron dosis distintas entre sí (10, 30 y 100 mg) y a nueve de ellos les tocó placebo. Las personas que se sometieron a las pruebas desarrollaron una cantidad de anticuerpos que superan a los que presentaron los pacientes recuperados de la covid-19 y ello constituye un dato alentador. Los expertos señalaron que “fue bien tolerada”, aunque en algunos casos generó fiebres y otros daños colaterales menores.
El próximo paso, del que participará Argentina, representará un desafío más grande y, si todo sale según lo esperado, se iniciará entre julio y agosto. Escalar el producto suele ser uno de los principales obstáculos: intentarán llevarla de 45 ensayos a nada menos que 30 mil. En efecto, esperan convertir un experimento chiquito en uno de dimensiones mucho más importantes. Luego, el paso siguiente será fabricar 100 millones de dosis y, para el año que viene, 1200 millones. El trabajo, finalmente, tendrá que someterse a la lupa de los colegas y, para obtener mayor fuerza, ser publicado en alguna revista médica de prestigio internacional.
Aunque su eficacia nunca fue evaluada hasta la fecha, se espera que consiga buenos resultados. En mayo, Tedros Adhanom Ghebreyesus, el director general de la OMS, anunció que hasta 2021 no habría noticias. No obstante, las farmacéuticas pisaron el acelerador y se van solapando, semana a semana, con la comunicación de avances alentadores. Este que hoy realizan Pfizer y BioNTech podría significar una muy buena noticia para Argentina. Cuando la vacuna esté finalmente lista y si esta versión que se probará a nivel local obtiene buenos resultados, Argentina podrá colocarse en otro lugar de preferencia al momento de disputar el acceso a las dosis necesarias. Se espera que obtenga algunas ventajas en los procesos de compra y distribución, aspecto que entusiasma a las autoridades de Salud. Primero, como es natural, se vacunará a los denominados “grupos de riesgo” y, luego, se inmunizará al resto de la población.
Sus características
Cuando se diseña una vacuna, lo primero que hay que pensar es qué necesitan los pacientes. En este caso, son defensas para que reaccionen ante un microorganismo específico como es el Sars CoV-2. En base a ello, se selecciona el tipo de vacuna que se fabricará. Hay muchas estrategias disponibles: algunas utilizan al virus inactivado --como la Hepatitis A--, otras emplean al virus atenuado --como la Sabin--, unas actúan sobre el ARN viral, o bien, están las que solo incorporan una proteína --en este caso la “S”, Spike, puerta de entrada al coronavirus-- que a priori resultan más fáciles de hacer pero no se probaron hasta el momento en grandes poblaciones. Por último, están las de proteínas recombinantes, que se usan en Hepatitis B y HPV (Virus del Papiloma Humano).
Esta versión, propuesta por Pfizer y BioNTech, emplea tecnología ARN mensajero. ¿Y ello qué implica? “Las vacunas de ARN se inyectan en el organismo y entran en las células donde brindan instrucciones para producir un determinado antígeno, en este caso, una fracción de la proteína S”, explica Gabriel Rabinovich, director del Laboratorio de Inmunopatología del Instituto de Biología y Medicina Experimental (Conicet) y docente de la UBA. La proteína “S” fue bautizada “Spike” y es la encargada de habilitar el ingreso del virus a las células. En este sentido, “en un paso posterior, las células dendríticas toman la proteína y provocan las respuestas tanto de los linfocitos T como de los anticuerpos que son utilizados, en definitiva, para protegernos del virus que causa la enfermedad”, explica el experto.