- Por José Calero
Luego de la reunión con Cristina, los empresarios ansían que el presidente electo anuncie quiénes serán sus ministros. En danza aparecen el "tapado" Guzmán, Nielsen, Kulfas e incluso Redrado.
En los mercados y en el mundo empresarial coinciden en la conveniencia de que esta semana el futuro presidente Alberto Fernández defina los nombres de su equipo de colaboradores, porque el 10 de diciembre está a la vuelta de la esquina y se necesita dar previsibilidad cuanto antes al mundo del dinero.
El próximo mandatario asegura tener ya todos los nombres -los cuales fueron acordados con Cristina Fernández de Kirchner-, pero se excusa en la necesidad de no desgastarlos para postergar los anuncios. El riesgo es que quienes toman decisiones económicas empiecen a pensar que duda o, peor aún, que su futura vice le está vetando candidatos, lo cual limaría su poder de entrada.
A poco más de dos semanas del 10 de diciembre, los grupos de poder se empiezan a impacientar, y también los acreedores. "No vamos a ir corriendo detrás de los acreedores", aclaró el mandatario electo, quien ya habría dado el visto bueno para que Guillermo Nielsen se ocupe de renegociar con los fondos de inversión y el FMI, en ese orden.
Esa tarea Nielsen podría implementarla en tándem con un especialista que ha venido ganando terreno los últimos meses. Se trata de Martín Guzmán, un profesor de la Universidad de Columbia experto en mercados de capitales que tendría el visto bueno de Cristina porque es discípulo del premio nobel Joseph Stiglitz, un crítico del neoliberalismo.
Guzmán, quien podría ser el "tapado" del que se habla cerca de Fernández para mencionar al futuro ministro de Economía, cree que si la Argentina no resuelve el problema de la deuda será difícil impulsar medidas para reactivar.
En la lógica de Guzmán, la estrategia sería la siguiente: primero presentar un programa macroeconómico consistente que reanime las expectativas; luego avanzar con un reperfilamiento de deuda que otorgue previsibilidad sobre las cuentas públicas y aleje cualquier ruido sobre otro posible default; sobre la base de esos pilares, renegociar un acuerdo a diez años con el FMI, lo que se conoce como facilidades extendidas.
A Matías Kulfas, el futuro presidente parece más inclinado a darle la responsabilidad de comandar un Ministerio de la Producción con gran poder, para tratar de reanimar una economía en terapia intensiva desde hace dos años, por lo que se haría cargo de Industria, Comercio, Agricultura y Energía.
En la última semana resurgió el nombre de Martín Redrado como posible ministro de Economía en el arranque, pero Redrado, quien ya habría acercado un completo plan económico elaborado por técnicos de la Fundación Capital, no terminaría de convencer a CFK, quien le reprocha dos cosas: haberse negado a utilizar las reservas para pagar deuda cuando era presidente del Banco Central durante el gobierno kirchnerista y haber aceptado realizar un peritaje solicitado por el juez Claudio Bonadio sobre la controversial operación de venta de dólar futuro realizada a precio de remate meses antes de que Cristina dejara el poder en 2015, pericia que fue la base para procesarla y enviarla a juicio oral.
Para el BCRA sigue sonando el nombre de Miguel Pesce, quien era segundo de Redrado cuando se produjo el "affaire" de usar las reservas para pagar deuda externa; y para la AFIP, Mercedes Marcó del Pont.
Alberto espera contar con reservas de libre disponibilidad por poco más de US$11.000 millones cuando asuma. Es menos de los vencimientos en divisa norteamericana previstos hasta junio próximo, que rondan los US$13.000 millones.
Está confirmado que en el primer semestre de 2020 vencerán $900.000 millones -sobre un total de US$1,2 billones en el año-, pero parte de los mismos está en manos de organismos como la ANSES, por lo que son refinanciables.
El objetivo de Fernández parece claro: patear la pelota para adelante para tener algún margen de maniobra que permita inyectar oxígeno en una economía paralizada. Aunque equivalga a tragar aceite de ricino, el futuro presidente sabe que deberá, más temprano que tarde, presentar su plan no sólo ante la sociedad, sino especialmente ante el FMI, y demostrar que es sustentable.